sábado, 29 de mayo de 2010

No todo van a ser “chorradas”, sirvan de ejemplo las siguientes composiciones, que han sido presentadas a diferentes concursos y con mucho éxito:


“Las navidades más felices de mi vida”

“Nací en Sevilla el 21 de enero de 1985. Todas mis navidades las había pasado en un orfanato, excepto las navidades de este año. Fueron las navidades más felices de mi vida. El 29 de diciembre fue una familia muy joven al orfanato; cada vez que venía una familia todos nos poníamos muy nerviosos, pero cuando yo vi que eran jóvenes, me dije; esos buscan a un niño pequeño. Entonces me fui a mi habitación y todos mis compañeros se quedaron en la sala.
De repente tocan a mi puerta:
—¿Quién es?
—Soy la Directora —contestó.
—Adelante. Los ojos se me salieron de la cara cuando vi a la familia en mi habitación.
—¡Hola! —dije muy sorprendida.
—¡Hola! —contestaron.
El chico le dijo algo a la chica en el oído.
—La adoptamos —dijeron a la vez—. Yo me eché a llorar de la alegría tan grande.
Arreglaron todos los papeles mientras me despedía de mis amigos. Cuando sólo me quedaba por despedirme de mi compañera de cuarto, que era como una hermana para mí, me dijeron:
—Vámonos.
—¡No! —dije—. Tengo que despedirme de Ángela.
—¿Dónde está? —pregunté.
—En su cuarto.
Toqué a la puerta y me dijo: —adelante.
—Ángela, ¿qué te pasa? —le pregunté.
—Que ahora me voy a quedar sola.
—¡No! —contesté muy furiosa—. Vendré a verte todos los días después del colegio, y si no puedo venir te escribiré.
Nos abrazamos y le dije:
—Toma mi colgante para que te acuerdes de mí.
—Gracias —contestó—. Yo no tengo nada que darte.
—No importa, no me voy a olvidar de ti.
—Adiós.

Cuando llegué a mi casa nueva, bueno casa..., más bien mansión. Era tan enorme, parecía que te ibas a perder dentro. Entramos y lo primero que vi fue un enorme árbol de Navidad.
—¿Te gusta? —me preguntaron.
—Que si me gusta, me encanta—. Me enseñaron toda la casa hasta que llegué a mi habitación y me dijeron:
—Primero te das un buen baño y luego arreglas tus cosas.
—¡Vale! —contesté—. Mi cuarto era muy bonito, tenía un baño para mí sola.
Cuando me bañé, ordené mis cosas y me fui a la cocina.
—¿Ayudo? —pregunté.
—No, hay muchas sirvientas, bueno si quieres...
Allí había una chica negrita preparando la cena. Me hice muy amiga de María, que así se llamaba. Fuimos a comer y mientras cenábamos, mis nuevos padres me preguntaron:
—¿Qué te gustaría que te regalemos por Navidad? Sin pensar dije:
—Un perro.
Pasaron los días y llegó la noche soñada, el ¡Día de Reyes!
Mis padres se levantaron antes que yo y me despertaron. Cuando abrí los ojos vi una gran montaña de regalos sobre los pies de mi cama y ¡un perro!, grité sorprendida y emocionada con lágrimas en los ojos.
—¿Estás contenta? —me preguntaron.
—Sí, muchas gracias. Pero me puse seria porque me había acordado de mi amiga Ángela.
—¿Qué te pasa? —me preguntaron.
—¿Podemos ir a ver a mi amiga al orfanato?
—Sí, pero después de esta sorpresa. Me taparon los ojos. Cuando me dijeron:
—Ya puedes abrirlos.
Vi a mi amiga Ángela junto a la puerta, nos abrazamos muy fuerte y nos echamos a llorar.
—La hemos adoptado —nos dijeron—. Ninguna de las dos nos lo creíamos.
Pasaron los días y estábamos muy contentas juntas, ayudando a María en las tareas de la casa, a hacer la comida, etc.
Éstas fueron mis Navidades, ahora si sé lo que son realmente.

Acosayda Cruz López
(2º ESO. 15.12 98)

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