viernes, 30 de abril de 2010

La Contrarreforma.-

“La Contrarreforma consiste en destruir la reforma en cada uno de los reinos y sirve cualquier método de destrucción aunque sea excesivamente salvaje”.
(03.06.99. 2º ESO)


Respuesta correcta
Los cristianos europeos consideraban necesario realizar una reforma de la Iglesia para suprimir los abusos eclesiásticos, afirmar la fe, corregir las costumbres. Se pedía la celebración de un concilio, pero el Papa no acaba de convocarlo. Con anterioridad, en España, el cardenal Cisneros (83) exige a las Órdenes que cumplan los votos de pobreza y obediencia. Esta obra reformadora la continuará el franciscano San Pedro de Alcántara (84). Los carmelitas se convirtieron en otra Orden religiosa bajo la inspiración de Santa Teresa de Jesús (85) y San Juan de la Cruz (86). En los dominicos, Fray Luis de Granada (87) se erigió en motor de la Reforma. Evidentemente, hubieron ciertas resistencias a estos movimientos como por ejemplo los franciscanos, pero el impulso reformador era más fuerte. De la antigua orden surgió otra, los capuchinos (88), que se comprometían al exacto cumplimiento de la regla.
Una nueva Orden se convertirá en el instrumento clave para la Reforma. Ignacio de Loyola (89) fundó la Compañía de Jesús, cuya finalidad era luchar contra el protestantismo evitando su expansión y la evangelización de las nuevas tierras descubiertas por los españoles y los portugueses en el Nuevo Mundo. Estos jesuitas se diferenciaban de las anteriores Órdenes hasta en el vestido, no usaban el hábito de fraile sino el propio de los sacerdotes; la obediencia al Papa se constituyó en una de sus finalidades para frenar a los luteranos que negaban la autoridad papal, admitían, por lo tanto, la jerarquía eclesiástica. Una de sus actividades más destacadas fue la enseñanza.
El Papa, Paulo III, convocó el Concilio de Trento (90) donde se dictaron resoluciones opuestas al protestantismo, potenciando un catolicismo rígido y poco crítico: se afirmó el derecho exclusivo de la Iglesia a la interpretación de la Biblia y de la doctrina cristiana, se definió la validez de los siete sacramentos, se confirmó la existencia del Purgatorio, el valor de las indulgencias, el culto a los santos y a la Virgen, se reorganizaron los obispados y las parroquias, se crearon los seminarios para la formación de los sacerdotes, se prohibió la acumulación de beneficios eclesiásticos, se obligó a los obispos a residir en su diócesis —se evitaba que pudieran ocupar más de una—, se reafirmó tajantemente la autoridad absoluta del Papa dentro de la Iglesia.
Las repercusiones del Concilio fueron inmediatas, el protestantismo fue frenado, la preparación del clero mejoró, la acumulación de cargos desaparecieron. Y como reacción contra la simplicidad luterana del culto se creyó conveniente fomentar una liturgia solemne para impresionar a los fieles. Así surgió el arte barroco.
Después de la Reforma luterana, Europa quedó dividida en dos bloques religiosos: los protestantes y los católicos. Al principio, el protestantismo se difundió de forma pacífica y los católicos y los protestantes intentaron resolver sus posturas por medio del diálogo. Más tarde, tanto unos como otros recurrieron a las armas: los protestantes alemanes formaron la Liga de Smalkalda y los católicos se agruparon en la Liga de Nuremberg. La Paz de Augsburgo (1555) concedió libertad religiosa a los príncipes y los súbditos fueron obligados a practicar la religión de su príncipe —en general, en el centro y norte de Europa eran mayoritariamente protestantes, en los países bañados por el mar Mediterráneo predominaban los católicos—. La intolerancia creció, en los países católicos se perseguía a los protestantes, y en los países luteranos se hacía lo propio; como consecuencia de esta intolerancia surgieron las guerras de religión, siendo muy crueles en Francia, Países Bajos, Inglaterra, Escocia —estas guerras no solamente tuvieron carácter religioso, sino político, ya que se enfrentaban los burgueses a los nobles y se luchaba contra el absolutismo de los reyes. En España, el Tribunal de la Inquisición (91) actuó con extrema dureza.





(83) Cardenal Cisneros, eclesiástico y estadista español (1436–1517). Siguió la carrera eclesiástica en Alcalá y Salamanca. En 1484 ingresó en la observancia franciscana. Fue confesor de la reina Isabel en 1492 y arzobispo de Toledo en 1495, realizó una serie de reformas de la vida religiosa siguiendo las consignas del Papa Alejandro VI. Dirigió la evangelización de los moros de Granada (1499) siguiendo instrucciones cortesanas provocando levantamientos en Granada y en la Alpujarra. Tras la muerte de Isabel en 1504, Cisneros acaparó el primer plano de la vida política consiguiendo que Fernando el Católico y Felipe el Hermoso llegasen a la concordia. Desaparecido Felipe, Cisneros presidió la junta de regencia logrando el regreso de Fernando a Castilla, éste le premió con el capelo cardenalicio y confiándole la Inquisición. Dirigió la conquista de Orán (1509). En 1516 fue nombrado regente por disposición testamentaria de Fernando, tuvo que enfrentarse a graves problemas internos consiguiendo imponer el orden. En el exterior, frenó el intento navarrofrancés de establecer en el trono a Juan de Albret, pero no pudo reducir las acometidas de Barbarroja contra las posesiones españolas en el norte de África.
Desarrolló una intensa labor cultural, sirvan de ejemplos la universidad complutense (1498) y la edición de la Biblia políglota complutense (1514–1517). Le sorprendió la muerte cuando iba al encuentro de Carlos V.
El estilo arquitectónico desarrollado en Toledo y en Alcalá durante su regencia recibió el nombre de Cisneros. Sus obras más representativas son la antesala capitular de la catedral de Toledo y la capilla y el paraninfo de la universidad de Alcalá, se combinan los motivos renacentistas con los temas geométricos de origen mudéjar.

(84) Pedro de Alcántara (1499–1562). Franciscano (1515) de gran austeridad y sacerdote (1524). Guardián de diferentes conventos, luego definidor y provincial de la Órden y consejero de Juan III de Portugal.
Se retiró con dos compañeros a la soledad de Arabia (1542) y a Berrocal (1557), allí inició la reforma de su orden cuya rama de los “alcantarinos” aprobó el Papa Pío IV en el año 1562.

(85) Santa Teresa de Jesús. Religiosa y escritora mística española (1515–1582). Probablemente era descendiente de judíos conversos por parte de su padre, mientras que su madre pertenecía a una familia noble abulense. Muy aficionada a la lectura desde muy pequeña, le gustaban los libros de caballería y de vidas de santos. Con su hermano Rodrigo compusieron un libro caballeresco. Su espíritu aventurero la llevará de mayor a recorrer España fundando conventos de la orden por ella reformada. Decidida a hacerse carmelita en contra de la voluntad de su padre, huyó de casa y entró en el convento de la Encarnación (1535). Tuvo una época de angustias y enfermedades en la que aprendió a confiar ilimitadamente en Dios y practicó el método de la oración del recogimiento. Una vez repuesta empezó a planear la reforma que devolviera a la orden su antiguo rigor, consultó con teólogos que siempre aprobaron su espíritu y su doctrina. Su ideal reformador cristalizó en 1562 con la fundación del convento de San José. A partir de aquí se inicia una etapa en la que a la vida contemplativa unió una actividad desbordante y combativa frente a la oposición que encontró su reforma por parte de los superiores carmelitas, de la jerarquía eclesiástica y de la autoridad civil. En los últimos quince años de su vida llevó a cabo fundaciones en Medina del Campo, Malagón, Valladolid, Toledo, Pastrana, Salamanca, Alba de Tormes, Segovia, Beas, Sevilla, Caravaca, Villanueva de la Jara, Palencia, Soria y Burgos; redactó las correspondientes Constituciones (1563) que fueron aprobadas por Pío IV en 1565. En Duruelo construyó el primer convento reformado masculino (1568). Incluso, esta “monja inquieta”, también hubo de enfrentarse con la Inquisición (1575), quienes sometieron a examen las obras y la doctrina de Teresa de Jesús, hasta que un breve pontificio (1580) ordenó la separación de las ordenes de los reformados y los carmelitas.
Como escritora, usa muchas metáforas y giros populares. Fue beatificada en 1614 y canonizada en 1622, en 1970 fue proclamada doctora de la Iglesia.

(86) San Juan de la Cruz (Juan de Yepes Álvarez), religioso y escritor español (1542– 1591). Nacido de una familia hidalga empobrecida, estudió artes y filosofía en la universidad de Salamanca. Conoció a Santa Teresa de Jesús y juntos decidieron reformar las respectivas órdenes de los carmelitas; durante los diez años que estuvo en Castilla, su orden reformada de carmelitas descalzos fue hostigada por los carmelitas calzados y por intrigas de éstos, en 1577 fue conducido preso a Toledo donde permaneció ocho meses encerrado en un convento, consiguió escapar y se refugió en Almodóvar. Fijó su residencia en Andalucía hasta su muerte, siendo vicario provincial de esta región. En 1591 se le exoneró de sus cargos y fue confinado al retiro de Peñuela, de allí salió hacia Úbeda, donde le sorprendió la muerte, frustrando su inminente viaje a América.
Ninguno de sus escritos fueron publicados en vida del autor y veintisiete años después de su muerte se acuerdan de él publicándose tres de sus obras: Subida al monte Carmelo, Noche oscura del alma y Llama de amor viva; agrupadas bajo el título genérico de Obras espirituales que encaminan a un alma a la perfecta con Dios (Alcalá, 1618). Nueve años después se publicó el Cántico espiritual (Bruselas, 1627).
Fue canonizado en 1726 y proclamado doctor de la Iglesia en 1926.

(87) Fray Luis de Granada (1504–1588), escritor ascético español muy imitado por escritores religiosos y profanos ya que le consideraron uno de los mejores prosistas clásicos. Nació en Granada e ingresó en la orden de los dominicos —orden de predicadores—. Fue el predicador más famoso de su tiempo, confesor y consejero de la nobleza. Trasladado a Portugal (1556) llevó una vida ascética rechazando la oferta de ser nombrado arzobispo. Tuvo que defender su obra ante la Inquisición —incluyó algunos escritos suyos en el índice de libros prohibidos—. Escribió en portugués, latín y, por supuesto, en castellano destacando especialmente la Guía de pecadores (1556), un libro ascético y un tratado doctrinal, manual de confesión, de contenido filosófico como psicológico; Introducción del símbolo de la fe (1583), es una descripción de la naturaleza como creación y espejo de la belleza divina.

(88) Capuchinos. Orden religiosa donde su fundador propugnaba una vuelta al primitivo espíritu franciscano. Los capuchinos se han dedicado especialmente a las misiones populares.

(89) Ignacio de Loyola. Español, fundador de la Compañía de Jesús (¿1491?–1556). Pertenecía a una familia noble, educado en Arévalo (Ávila), estuvo al servicio del virrey de Navarra. Fue capitán de compañía, herido en 1512 defendiendo Pamplona de los franceses y durante su convalecencia decidió cambiar de vida tras la lectura de La vida de Cristo de Ludolfo de Sajonia y la Leyenda áurea —en un principio, él solicitaba libros de caballería pero no se encontraban—. Ya curado, peregrinó al monasterio de Montserrat (1522) y pasó un año en una cueva de Manresa donde enfermó; de aquella experiencia salió su Libro de los ejercicios espirituales. En 1523 se embarcó en Barcelona hacia Roma, de allí hacia Jerusalén pero no se le permitió quedarse. Regresó a Barcelona, estudió latín; pasó a Alcalá de Henares (1526) para continuar sus estudios acabando encarcelado y dos veces procesado por dar ejercicios espirituales acusado de ilumninado—. En Salamanca (1527) volvió a acabar en la cárcel por lo mismo; decidió marchar a París (1528) para estudiar filosofía, graduándose como doctor en 1535 y teología. Vivió de la limosna y dando ejercicios a compañeros e incluso a maestros; denunciado dos veces por proselitismo pero el tribunal de la Inquisición le halló inocente. Junto con algunos estudiantes hicieron sus votos de Montmartre (1534) con la condición de que si no podían peregrinar a Tierra Santa, se pondrían a disposición del Papa. Tres años después se reencontraron todos en Venecia con tres nuevas incorporaciones —se había desplazado a tierras italianas para estudiar teología y donde los que aún no eran sacerdotes, como él mismo, se ordenaron—. Se brindaron al Papa, quien les encomendó predicar en ciudades universitarias y visitar conventos para reformarlos; para no dispersarse solicitaron ser constituidos como orden que el Papa aprobó en el año 1540, carecían de hábito ni obligación de coro. Al año siguiente fue elegido superior general de la orden con sede en Roma. En virtud de su cuarto voto —obediencia al Papa en cuanto a ser enviados a donde éste quisiera—, los jesuitas se convirtieron en el mejor instrumento de la Contrarreforma. Aunque no tenían previsto dedicarse a la enseñanza, tuvieron que aceptar el colegio de Messina, iniciando una de sus actividades fundamentales de la orden. Autor de una Autobiografía, de las Constituciones de la orden y de miles de cartas, Ignacio murió solo, sin sacramentos, ni bendición apostólica —Pablo IV, en vísperas de declarar la guerra a Felipe II, le llama “el tirano de la Compañía”, acusado de agente de España—. Fue canonizado en 1622 y es representado en numerosas iconografías.

(90) Concilio ecuménico de Trento. Se celebró en 25 sesiones, de 1545 a 1549, de 1551 a 1552 y de 1562 a 1563. Fue convocado por Paulo III y clausurado por Pío IV. Los acuerdos conciliares afectaron a las instituciones y la doctrina, se opuso a la Reforma protestante, realizó una revisión completa, sobre todo, en lo relativo a los religiosos así como a clérigos, formados en los seminarios y controlados por los obispos; además fue una reafirmación dogmática.
Los Papas Pío IV (1559 – 1565), Pío V (1566–1572) y Gregorio XIII (1572– 1585) tomaron una serie de medidas: promulgación del catecismo romano, llamado del concilio de Trento (1566), la edición de la Vulgata —texto en latín de la Biblia y la Iglesia se reserva el verdadero magisterio, la interpretación fidedigna de los textos sagrados—, la reforma del breviario (1568) y del misal (1570), la refundición del calendario y del martirologio (1582).

(91) Tribunal de la Inquisición. Es un tribunal permanente, distinto del ordinario presidido por un obispo que por encargo del Papa, lucha contra las herejías populares que se multiplicaban en Europa Occidental a partir de mediados del siglo XII. Mientras los príncipes y los pueblos reaccionaban organizando masacres, los concilios —después de 1162— y los Papas se preocuparon por organizar la lucha, así Inocencio III declaró la cruzada o guerra contra los albigenses (1209–1229) —movimiento religioso, político y social desarrollado en el mediodía francés. En 1208 fue asesinado el legado pontificio Pedro de Castelnau y acusado el conde de Tolosa, Raimundo VI, de haber instigado este crimen. La citada cruzada finalizó cuando Luis VIII de Francia se apoderó de la mayor parte del condado de Tolosa incorporándose a la corona francesa (tratado de París de 1229— y le dio toda su eficacia con la introducción del procedimiento inquisitorial (bula Vergentis in senium, 1199, que compara la herejía con el crimen de lesa majestad).
Confiada primeramente a los tribunales ordinarios, por voluntad del Papa, se convirtió en 1231 en la especialidad de los dominicos, a los que el Papa Alejandro IV, en 1260, concedió una independencia casi total en materia de represión de las herejías. El tribunal de la Inquisición se dedicó a un interrogatorio sistemático de la población, se fomentó la denuncia, se privaba a los sospechosos de la ayuda de un abogado, se empleaba la tortura. Las sentencias iban desde el confiscamiento de los bienes, pasando por la cárcel, temporal o perpetua hasta la pena de muerte. Este tribunal se fue extinguiendo a partir del siglo XV, salvo en España que los Reyes Católicos usaron como elemento esencial de su política de unificación. La raíz de su creación estriba, sobre todo, en los falsos conversos judíos que, en la Baja Andalucía constituían una burguesía urbana odiada por su riqueza y considerada social y religiosamente provocadora aunque también por motivos religiosos en Isabel y políticos en Fernando. El primer tribunal comenzó su actuación en Sevilla en el año 1480, luego en Castilla, en Aragón. En 1483, se creó el Consejo de la suprema y general Inquisición —“la Suprema”—, siendo nombrado inquisidor general fray Tomás de Torquemada, prior de los dominicos de Segovia, de ascendencia judeoconversa. Muchos de los que se sentían amenazados huyeron y obtuvieron de Sixto VI e Inocencio VIII bulas que suavizaban el procedimiento inquisitorial. Conatos de resistencia violenta como la conspiración de Diego Susan, descubierta por su propia hija, asesinato del inquisidor Pedro de Arbués en la Seo (1485) incrementó el odio popular y la dureza de la represión.
Su organización se mantuvo a lo largo de sus más tres siglos de existencia aunque con ligeros retoques. Este tribunal eclesiástico que dependía de la Santa Sede, no puede considerarse político ni mixto, por más que de hecho dependiese, por concesión o delegación papal, del rey de España. El Consejo de la Suprema tenía autoridad sobre toda España, hecho singular en la época de los Austrias, en que Castilla, Aragón, Navarra eran autónomas administrativamente y con el descenso de la categoría personal del inquisidor general ya que al principio fueron personas de total confianza del rey y de gran relieve se dio una progresiva centralización siendo la Suprema la que poseía toda la autoridad y las tareas subalternas para los tribunales provinciales de Santiago, Valladolid, Logroño, Toledo, Cuenca, Llerena, Sevilla, Córdoba, Granada, Murcia, las Palmas, Barcelona, Zaragoza, Valencia, Palma de Mallorca, y en América Lima, México. Cada tribunal, además de contar con varios inquisidores y un fiscal, tenía teólogos asesores (los calificadores) y a modo de policía agentes seculares (los familiares). Su competencia sólo se extendía a los bautizados pero, tras la expulsión de los moriscos, en España había unidad religiosa, por lo tanto, todos eran vigilados e incluso los protestantes eran bautizados. Los casos de brujería, hechicería también era competencia suya así como la bigamia, blasfemia, posesión de libros prohibidos...
A los edictos de gracia iniciales —invitaban al culpable a confesar sus faltas antes de que fueran descubiertas— siguieron los edictos de fe periódicos que recordaban a los fieles la obligación de delatar al sospechoso aunque fuese pariente o amigo, hubo padres denunciados por sus hijos, esposos por esposas. Usaban la tortura para obtener confesiones de los acusados: cordeles que se apretaban en las partes carnosas, la toca (trapo introducido en la boca que se iba mojando, asfixiando al reo). Las penas podían ser desde la abjuración, las penitencias, las multas, la obligación de llevar el sambenito (túnica amarilla con una cruz roja en forma de aspa), prisión, azotes, galeras... hasta la pena de muerte. Como el tribunal eclesiástico no podía imponer la pena capital, la Inquisición lo entregaba al brazo secular para ejecutarlo. Las sentencias se hacían públicas en un acto solemne, el auto de fe, que era todo un espectáculo, de larga duración, presidido por las autoridades y al que asistía una gran muchedumbre; se leían las sentencias comenzando por las leves, al final se entregaban los relajados a la justicia seglar que los trasladaba en compañía de familiares y mirones morbosos al quemadero, sito en las afueras del pueblo. A veces, en vez de un condenado, ocupaba su lugar una efigie en caso de fugados o el cadáver, si el condenado, en el camino, a instancias del religioso que le asistía pedía misericordia, se le estrangulaba antes de quemarlo. Se publicaban en las parroquias nombres y sambenitos de los condenados que obligaba a los familiares a cambiar de residencia y apellidos.
La época más dura de la Inquisición española fue durante el reinado de los Reyes Católicos, en la que se pronunciaron dos tercios de las condenas de muerte que se dictarían. Se cometieron numerosas atrocidades siendo protagonista destacado Diego Rodríguez Lucero, muy sanguinario y vengativo.
En el caso de la caza de brujas, tan intensa en otros países europeos, en España el comportamiento fue “moderado”, al menos, después del auto de fe de Logroño del año 1610.
La Inquisición fue suprimida por José Bonaparte en el año 1808 y por las Cortes de Cádiz de 1813. Fue reestablecida en 1814, sobreviviendo hasta 1820 que fue definitivamente abolida.

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