martes, 4 de febrero de 2020

Algunas mentiras históricas (6)

    Las brujas de Salem no fueron quemadas en la hoguera, murieron ahorcadas. Corría el año 1692 y en la apacible localidad de Salem (Massachussets - EE.UU) un grupo de chicas acudían a la casa del reverendo Samuel Parris a escuchar las historias que narraba Tituba, esclava negra del reverendo originaria de la Isla de Barbados. La hija de Parris, Elizabeth, de nueve años y su sobrina, Abigail, de once años, empezaron a sufrir convulsiones, correr a cuatro patas, ladrar como si fueran perros... Otras adolescentes se comportaron también de forma extraña al igual que algunos jóvenes que enferman, sienten mordeduras, picaduras, hablan idiomas que nadie entienden.
  El médico de la ciudad, Willian Griggs, no encontrando anomalías físicas en sus pacientes lo atribuyó a la influencia del demonio, al igual que el reverendo que acusó al marido de Tituba de fabricar un pastel de bruja a base de harina de cebada y orina de niño.
  Lo que empezó como una travesura de adolescentes, las niñas se asustaron tanto que al ser interrogadas culpabilizaron a ciertas personas no muy apreciadas en la localidad como Tituba, Sarah Good (mendiga) que tenía el hábito de fumar en pipa y quizá con alguna deficiencia, Sarah Osborne (tullida) casada en terceras nupcias, Martha Corey que tenía un hijo mestizo ilegítimo. 
   Entre junio y septiembre de 1692, catorce mujeres (entre cinco y 80 años), cinco hombres y dos perros fueron encontrados culpables de brujería  y ahorcados, que era la pena que aplicaban las comunidades protestantes y calvinistas.

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