lunes, 23 de septiembre de 2024

Un libro estropeado (4)

 Frutos de la enseñanza

Había un maestro de escuela que siempre estaba inventando procedimientos nuevos para hacer más agradable y asequible a sus discípulos la enseñanza y aficionarlos al estudio. 

Una vez se le ocurrió enseñarles el Credo de la siguiente original manera: a cada chico le enseñó una frase y diciendo cada uno la suya se componía la oración. 

Uno decía: "Creo en Dios Padre Todopoderoso; el siguiente añadía: "Y en Jesucristo, su único hijo", y así sucesivamente.

A poco de estar practicando este ejercicio, visitó el centro uno de los inspectores regionales, a quien se pensaba sorprender con aquella novedad.

Pero antes se entretuvo el inspector en hacer varias preguntas a los muchachos, para juzgar el grado de instrucción que alcanzaban.

-¿Tú crees en Dios, niño? -le preguntó a Gedeoncito.

-Yo, no, señor -contestó el chico.

Espántose el inspector y miró irritado al pobre maestro.

-¿Conque tú no crees en Dios? -volvió a preguntarle, por si no había entendido bien.

-No, señor -insistió Gedeoncito-, quien cree en Dios Padre es Calínez; yo sólo creo en Jesucristo, su único hijo.